miércoles, 10 de febrero de 2016

El “escándalo Pradaxa”: Boehringer Ingelheim mucho peor que Volkswagen

El escándalo Volkswagen podría resumirse así: una gran compañía alemana pone en peligro la salud de los ciudadanos al engañar a los organismos responsables de controlar la seguridad de sus productos.
El escándalo de Boehringer Ingelheim es peor: una gran compañía alemana pone en peligro la salud de los ciudadanos con la colaboración de los organismos responsables de controlar la seguridad del producto.
En el primer caso, el de Volkswagen, al menos la agencia reguladora es la que ha denunciado el asunto; en el segundo, las agencias reguladoras están también implicadas; y además, el peligro para los usuarios es mucho más directo y grave. Muy feo.
La seguridad de los ciudadanos en relación con los fármacos depende de que los reguladores aseguren que existen juicios científicos sólidos detrás de los productos introducidos en el mercado, es decir, de que estos organismos actúen como protección contra los efectos potencialmente distorsionadores del afán de lucro de los fabricantes de medicamentos.
Pero, una y otra vez, lejos de resolver preguntas sobre la seguridad o eficacia de un medicamento, los procedimientos  de aprobación de la FDA  y la EMA se han convertido en el preludio de un nuevo escándalo.
En octubre de 2015, Project On Goverment Oversight (POGO), una organización civil norteamericana de control del gobierno, fundada hace más de 30 años y con gran prestigio en los EE.UU, publicó un extenso informe sobre el proceso de aprobación del nuevo anticoagulante (NACO) Pradaxa.
La FDA norteamericana aprobó Pradaxa en 2010 para la prevención de accidentes cerebrovasculares y coágulos de sangre en pacientes con fibrilación auricular, una enfermedad que afecta entre 2,7 a 6,1 millones de personas solo en los Estados Unidos. Pradaxa fue el primero de un nuevo tipo de anticoagulantes que “vendía” una clara ventaja sobre los viejos acenocumarol (Sintrom) y warfarina (Aldocumar): los pacientes que lo toman no tendrían que someterse a análisis de sangre periódicos para controlar el grado de anticoagulación.
En su segundo año de comercialización ya facturaba, solo en EE.UU, 1400 millones de dólares y a finales de 2014 casi 1 millón de pacientes utilizaban el nuevo anticoagulante en Norteamérica.
Mientras tanto, Boehringer Ingelheim, el fabricante alemán del fármaco, se convirtió en el destino de miles de demandas presentadas por pacientes y sus familias que consideraban habían sido afectados por efectos secundarios del Pradaxa (fundamentalmente hemorragias). La compañía fue multada por el Juez David R. Herndon con  931.500 dólares, acusada de actuar de “mala fe” al ocultar información relevante al tribunal.
Efectivamente, en diciembre de 2013, algunos de los documentos y correos electrónicos internos que aparecieron durante el juicio, planteaban dudas sobre una de las principales ventajas del nuevo medicamentola no necesidad de vigilar la sangre del paciente y ajustar las dosis según la respuesta individual.
Un científico de alto nivel de Boehringer Ingelheim llamado Thorsten Lehr había redactado un documento que concluía que “la seguridad y la eficacia de dabigatrán se relaciona con las concentraciones plasmáticas y (por tanto)… hay un rango terapéutico para Pradaxa“.
Este informe interno fue cuidadosamente escondido por la empresa: “He encontrado una fuerte resistencia interna a este informe debido al concepto de necesidad de rango terapéutico“, escribía en un correo electrónico interno Paul Reilly de Boehringer Ingelheim, que se encargó de revisar el informe de Lehr.
El New York Times publicó en febrero de 2014 un correo de Jutta Heinrich-Nols, alto directivo de la empresa, en el que también expresaba su consternación por las conclusiones de este informe “que hará muy difícil cualquier defensa del medicamento“.
En mayo de 2014, en el contexto de estas revelaciones, Boehringer Ingelheim acordó resolver los litigios contra Pradaxa pagando 650 millones de dólares a los afectados, aunque sin reconocer ninguna responsabilidad.
Esta falsa solución no oculta la complicidad de la FDA con el laboratorio alemán al aprobar la introducción del medicamento en el mercado sin suficientes garantías.
Consultado de No-Gracias: Organización civil independiente por la transparencia, la integridad y la equidad en las políticas de salud, la asistencia sanitaria y la investigación biomédica. [en línea].[consultado el 09 de febrero de 2016]
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