El desayuno es una de
las piezas más importantes en la alimentación de personas de todas las edades,
especialmente entre los niños en edad escolar.
Una investigación
presentada en la conferencia sobre Biología Experimental de la Sociedad
Americana de Nutrición celebrada el pasado lunes en Estados Unidos defiende que
los desayunos altos en proteínas serían muy recomendables, ya que controlarían
el apetito y optimizarían el nivel de glucosa.
El equipo
investigador comprobó la capacidad saciante de 6 desayunos diferentes que
compartían unos niveles similares de calorías, grasas y fibra, pero variaban en
la cantidad de proteínas.
Los participantes
tuvieron que indicar su nivel de hambre antes del desayuno y cada 30 minutos
durante las siguientes 4 horas. Pasado este tiempo, a los sujetos se les sirvió
un plato de pasta que debían terminar hasta que se sintieran llenos. Los
resultados posteriores mostraron que el grupo de personas que había desayunado
más proteínas mejoraron sus niveles de apetito a lo largo de la mañana, además
de consumir menos calorías en la comida.
Las conclusiones de
este estudio, que todavía no se ha publicado formalmente en una revista
científica, no son completamente nuevos. De hecho, algo similar reivindicaba
Barry Sears y su popular dieta de la zona.
Clotilde Vázquez,
jefa del Departamento de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez
Díaz, de Madrid, advierte de que este estudio sólo muestra un aspecto: "La
obesidad es muy compleja. No porque haya tenido éxito en un momento determinado
y con unas determinadas personas quiere decir que siempre vaya a funcionar
así".
Rubén Bravo, del
Instituto Médico Europeo de la Obesidad, aconseja no consumir aisladamente las
proteínas, sino siempre acompañadas de grasa e hidratos de carbono para
asegurar su efecto saciente.
En caso contrario
sería más fácil que esa ingesta, siempre en cantidades importantes, produzca
efectos negativos en órganos como los riñones o el hígado.
Un desayuno ideal,
respetando las costumbres gastronómicas españolas (sin huevos ni salchichas),
incorporaría lácteos, una pieza de fruta, cereales y un alimento proteico
(pavo, jamón york, queso fresco...), propone la dietista Estefanía Sal. El
orden de los alimentos sería indiferente.
La presente
investigación sí que suma material a la controversia que existe sobre la
idoneidad de las proteínas. Hace unas semanas CF se hacía eco de un estudio
publicado en Cell Metabolism según el cuál el exceso de proteínas de origen
animal estaría vinculado al cáncer.
Pilar Martín Vaquero,
endocrina en el D-Médical, considera que "no se necesitan tantas proteínas
en la vida adulta porque ya no crecemos, salvo a lo ancho. Al ingerirlas, casi
siempre estamos consumiendo un montón de grasas sin saberlo". A
continuación pone el siguiente ejemplo: "80 gr. de jamón york tienen 16
gr. de proteína y 18 gr. de grasas malas (226 kcal.). Resulta curioso ver a la
gente que cena jamón york y luego no come pan porque dice que engorda (60 gr.
de éste equivaldrían a 30 gr. de hidratos, 4,5 gr. de proteínas y 0 grasas, es
decir, 138 kcal.)".
Las proteínas de
origen vegetal (soja, alubias...) son mejores: "No contienen tanta grasa.
Pero como tienen aminoácidos limitantes hace falta que sean combinadas con
productos como la patata o el pan", comenta Vázquez.
Lo ideal es que se
ingieran entre 0,8 y 1,1 gr. de proteína por kg. de peso corporal. A lo largo
del día los porcentajes calóricos deberían distribuirse del siguiente modo:
45-55 por ciento hidratos de carbono; 20-35 por ciento, lípidos y, finalmente,
10-35 por ciento, proteínas.
En los últimos 50
años las estadísticas han registrado un aumento de dos puntos en la ingesta de
proteínas y de 8 en el caso de los lípidos, mientras que los hidratos de
carbono han bajado 11 puntos.
Los expertos
coinciden en afirmar que a la dieta actual le sobran proteínas: "En el
momento en que los productos cárnicos bajaron de precio se empezaron a consumir
más", explica Vázquez. "El segundo plato, muy abundante, ha ido
paulatinamente sustituyendo al plato único". Paradójicamente, aquellas
personas que se ven obligadas a consumir un plato único en una tartera
"estarían más cerca de unos hábitos alimenticios más saludables, siempre y
cuando contenga hidratos y proteínas".
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