Hasta el año 2025, las resistencias de los microorganismos a
los antimicrobianos podrían causar diez millones de muertes cada año en el
mundo. En estos momentos, 25.000 personas mueren anualmente como resultado de
infecciones resistentes a los antibióticos en Europa, mientras que la cifra en
Estados Unidos se sitúa en 23.000 fallecimientos anuales.
El número de infecciones al año que se producen se deben a
bacterias que son resistentes a uno o más antibióticos. Este es el desolador
panorama que prevén, aunque ya ha empezado la carrera, los Centros para el Control
y la Prevención de Enfermedades (CDC) estadounidenses y la Organización Mundial
de la Salud (OMS).
Después de los estragos causados por la covid-19, la
comunidad médica y científica no duda en afirmar que la aparición de
superbacterias y la resistencia a la antibioterapia será la próxima ‘pandemia
silenciosa’ a la que se enfrentará el ser humano.
"Por supuesto. La resistencia a los antibióticos, que
se sufre en los hospitales y en las farmacias es ya una ‘pandemia silenciosa’.
Sabemos que incrementa cada año y tenemos superbacterias que son intratables
con los antibióticos disponibles. La proyección para 2050 es que cada tres
segundos muera en el mundo una persona por esta causa; un contexto mucho peor
que el generado por la pandemia por SARS-CoV-2 si se analizan los números
globales de mortalidad" considera César de la Fuente, catedrático de la
Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, quien apunta que la resistencia
a antibióticos ya mata al menos a 1.27 millones de personas al año en el mundo.
En España, y según datos de la Sociedad Española de
Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, las resistencias
antimicrobianas provocan ya más de 3.500 muertes, causando, además, cuatro
millones de infecciones graves al año.
El potencial de los microorganismos
La vuelta a la palestra de las resistencias a antibióticos y
del desarrollo de las denominadas superbacterias se ha puesto a poner, una vez
más, de relieve por las recientes noticias sobre la amenaza de otro tipo de microorganismos
que, como el hongo Candida auris, han hecho acto de presencia en forma de
brote, fundamentalmente en Estados Unidos, mostrándose resistentes a los
fármacos indicados en este caso. Junto con las bacterias, las infecciones
fúngicas podrían sumarse en los próximos a la acción de las bacterias y
constituir otra nueva amenaza de salud pública.
"Son una amenaza cada vez mayor. Lo estamos viendo
actualmente con los brotes de Candida auris. Debemos actuar lo antes
posible", señala De la Fuente, uno de los más reconocidos investigadores
en el desarrollo de nuevos antibióticos mediante sistemas computacionales y que
acaba de ser nombrado miembro del Instituto Americano de Ingeniería Médica y
Biológica (AIMBE Fellows, una de las más altas distinciones profesionales
otorgadas a un ingeniero médico y biológico.
El mismo desolador panorama lo comparte Álvaro San Millán,
del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) del CSIC, quien explica que desde la
introducción de los antibióticos en la práctica clínica a mediados del siglo
pasado, las bacterias han ido acumulando distintos mecanismos, que ya existían
pero se han seleccionado, para ser capaces de sobrevivir a estos tratamientos.
En la actualidad, y debido al gran uso que se ha hecho de
los antibióticos -ya que se trata de moléculas muy efectivas para los
tratamientos de enfermedades infecciosas- hay una gran frecuencia de bacterias
resistentes a los antibióticos.
"Estas bacterias son especialmente preocupantes en los
ámbitos clínicos porque los pacientes que entran en los hospitales pueden estar
inmunocomprometidos o estar bajo tratamientos que reducen su sistema inmune y
que, por tanto, se pueden colonizar por este tipo de bacterias. El hecho de ser
resistentes a múltiples antibióticos reduce mucho nuestra habilidad para tratar
las infecciones con consecuencias, a veces, muy graves".
La resistencia antimicrobiana es, no obstante, un proceso
natural que ocurre cuando microorganismos como bacterias, virus, hongos y
parásitos cambian hasta tal punto que consiguen que los medicamentos
normalmente utilizados para tratar las infecciones que causan resulten
ineficaces.
Los 'superpoderes' de las 'superbacterias'
En el caso de las bacterias, se consideran superbacterias a
aquellas que han desarrollado resistencia a los antibióticos que tenemos en las
farmacias y los hospitales. Con lo cual, son muy difíciles de tratar y pueden
ser letales. Las bacterias resisten la actividad farmacológica porque
"tienen 'superpoderes' y es que se duplican en una escala de tiempo de minutos;
así son capaces de evolucionar muy rápidamente a la acción de los antibióticos,
lo que las lleva a sobrevivir desarrollando resistencia a estos fármacos",
señala De la Fuente.
Los microorganismos que actualmente encabezan la lista de
resistencias son los denominados patógenos Eskape, "los más peligrosos del
mundo", señala De la Fuente: Enterococcus faecium, Staphylococcus aureus,
Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumannii, Pseudomonas aeruginosa y
Enterobacter spp., que "son resistentes a algunos o muchos de los
antibióticos más importantes".
En el caso concreto de las bacterias, el especialista señala
que "son incluso más difíciles de tratar las Gram negativas, en parte
porque tienen dos paredes celulares que las protegen del mundo exterior, y de
la acción de los antibióticos, mientras que las Gram positivas solo tienen
una".
Hospitales, pero también comunidad
Un trabajo en The Lancet del pasado año, llamado Global
burden of bacterial antimicrobial resistance in 2019 a systematic analysis, que
llevó a cabo un consorcio internacional de investigadores, fue un paso más allá
midiendo por primera vez la carga que estas infecciones representan a nivel
mundial.
Los datos señalan que los seis principales patógenos
causantes de muertes asociadas con la resistencia (Escherichia coli , seguida
de Staphylococcus aureus, Klebsiella pneumoniae, Streptococcus pneumoniae,
Acinetobacter baumannii y Pseudomonas aeruginosa) fueron responsables de una
media de 929.000 muertes atribuibles a resistencias a antimicrobianos y sobre
3,57 millones de muertes asociadas a estas resistencias en 2019.
Una combinación de patógeno y fármaco, S. aureus resistente
a la meticilina, causó más de 100.000 muertes atribuibles a resistencias
antimicrobianas en 2019, mientras que seis más causaron entre 50.000 y 100. 000
muertes cada uno -excluida la tuberculosis extremadamente resistente a los
medicamentos: E. coli resistente a cefalosporinas de tercera generación, A.
baumannii resistente a carbapenem, E. coli resistente a fluoroquinolonas, K.
pneumoniae resistente a carbapenem y K. pneumoniae resistente a las
cefalosporinas de tercera generación.
Las bacterias denominadas Eskape encabezan la lista de las
más peligrosas. También son más difíciles de tratar las Gram negativas
El científico Daniel López, investigador principal del Grupo
Biología Molecular de las Infecciones del CNB- CSIC, subraya que "no hace
falta esperar a las estimaciones de 2050, pues la situación en cuanto a las
resistencias microbianas ya es grave hoy. El estudio en The Lancet se centra en
los hospitales, donde las resistencias preocupan especialmente al encontrarse
personas con el sistema inmunitario comprometido, pero no debemos olvidar que
en la comunidad (guarderías, colegios, gimnasios, prisiones) también hay cepas
resistentes", y, por supuesto, no olvida mencionar el mundo de la salud
animal, otra gran pieza de este puzle.
"Ante las cepas multirresistentes estamos desarmados.
Tenemos que recurrir a los cócteles de antibióticos, e incluso recuperar algunos
que en una situación más ventajosa no usaríamos por los efectos
secundarios", subraya el científico.
A pesar de que más de 90 medicamentos se encuentran
actualmente en distintas fases de desarrollo contra infecciones
fármacorresistentes, según el último informe bianual sobre proyectos de
investigación en esta área de PhRMA, patronal estadounidense de la industria
farmacéutica, los especialistas, muchos de los cuales han participado en el
Congreso Europeo de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (Eccmid
2023) celebrado hace unos días en Copenhague, Dinamarca, consideran que es una
necesidad urgente diseñar estrategias que permitan dar una respuesta favorable
a procesos infecciosos que o bien ya no se tratan adecuadamente con las
moléculas disponibles o que en un corto periodo de tiempo dejarán de hacerlo.
Antibióticos por ordenador
Las iniciativas planteadas por la comunidad científica son
muy diversas y, en muchos de los casos, multidisciplinares. Pasan por la
creación tradicional de nuevos antimicrobianos, un hecho que parece no
encuadrar en los actuales planes de desarrollo-, por descubrir mecanismos que
reviertan el proceso de la resistencia -si se han desarrollado bacterias
superresistentes, qué hacer para que lo no sean-, por volver a utilizar
antiguos antibióticos, por crear antibióticos por ordenador a partir de
sustancias de naturaleza o por identificar y desarrollar nuevas dianas
anti-resistencias basadas en la actividad de fagos, plásmidos, nanotecnología,
microbiota e incluso en las herramientas CRISPR.
Puede que alguna solución a este gran problema de las
resistencias llegue de la mano de laboratorios donde no necesariamente se están
buscando nuevas moléculas terapéuticas.
Las ideas, algunas de ellas en avanzado estado de desarrollo,
están sobre la mesa y constituyen estrategias muy innovadoras. Por ejemplo, el
equipo de De la Fuente es pionero en el desarrollo de antibióticos por
ordenador sirviéndose de moléculas presentes en la naturaleza para atacar
bacterias. Sus actuales líneas de trabajo en biología computacional se centran,
sobre todo, en los patógenos Eskape.
"Actualmente estamos explorando genomas y proteomas
para descubrir nuevos antibióticos que hagan frente a las superbacterias",
pero en su haber ya disponen de moléculas que "pueden eliminar a las
bacterias más resistentes de nuestra sociedad" alimentando al ordenador
con datos moleculares y convirtiendo esa complejidad molecular química en
elementos del sistema binario, al más puro estilo de la teoría de la selección
natural de la evolución de Darwin.
En 2018, este equipo estadounidense publicó datos en el que
demostraban que el ordenador evolucionó moléculas naturales convirtiéndolas en
variantes sintéticas, con escasa intervención humana, que en laboratorio fueron
sintetizadas y en las que se observó que algunas de ellas podían matar
bacterias in vitro, pero también en modelos animales de ratón. "Se trata
de una nueva molécula denominada Guavanii2 que funciona, sobre todo, contra las
bacterias Gram negativas, las más patógenas".
En estos momentos, y gracias a los múltiples trabajos del
equipo de este biotecnólogo español, ya se dispone de "moléculas que
pueden eliminar a las bacterias más resistentes de nuestra sociedad".
Fagos, predadores naturales de bacterias
La fagoterapia es otra de las líneas en las que,
actualmente, hay más esperanzas puestas. Los bacteriófagos son virus de
bacterias; las infectan para multiplicarse en su interior, y en muchos casos la
consecuencia es la muerte de la bacteria.
"Digo en muchos casos porque algunos fagos pueden
quedar en estado de latencia en el interior de la bacteria y matarla cuando el
ambiente exterior les sea conveniente. En el contexto de la terapia fágica y
del uso de los fagos como antimicrobianos, los fagos atemperados -así se llaman
los que pueden quedar latentes- no interesan", señala Pilar García Suárez,
jefe del Departamento de Tecnología y Biotecnología de Productos Lácteos del
Instituto de Productos Lácteos de Asturias, IPLA-CSIC.
En estos momentos, este grupo trabaja en seguridad
alimentaria y, por tanto, en el uso de fagos como herramientas de biocontrol de
patógenos en la cadena alimentaria. "Específicamente estamos centrados en
la bacteria patógena Staphylococcus aureus, que se asocia a intoxicaciones
alimentarias pero que también es muy importante en clínica humana y animal. La
investigación que realizamos en el desarrollo de antimicrobianos fágicos contra
este patógeno tiene interés en clínica, aunque lo que estamos haciendo en ese
ámbito actualmente es en colaboración con empresas y por lo tanto,
confidencial".
Esta profesional, que participó en el primero de los
Itinerarios Cicerón, organizado por el CSIC, dedicado a las resistencias a los
antimicrobianos, explica que, actualmente, hay muchos ejemplos de experiencias
con el uso de los fagos. "Hay muchos ejemplos, no solo en la literatura
sino también llevados al mercado. Hay productos veterinarios para prevenir
enfermedades en animales como terneros o pollos. Productos para cosechas de
diversos tipos", indica la investigadora.
"En clínica humana tenemos una amplia variedad en los
países del este de Europa porque ellos tienen una tradición del uso de
productos fágicos, pero en los países occidentales lo que se está es
practicando una medicina más personalizada, de modo que lo que se aplica al
paciente se elabora específicamente para ese tratamiento".
De hecho, en España, la primera experiencia con este tipo de
terapia se llevó a cabo en el Hospital Universitario Vall d’Hebrón, en
Barcelona, para el tratamiento de una infección respiratoria y por uso
compasivo. "En Europa, incluida España, la fagoterapia sólo está
contemplada por uso compasivo, frente a otros países, como los del Este de
Europa o Estados Unidos, por ejemplo, en los que se puede utilizar sin
restricciones".
La fagoterapia es una estrategia muy personalizada para
infecciones recurrentes.
En la clínica, la estrategia fagoterápica se lleva a cabo
mediante la determinación del tipo de infección que padece el paciente.
"Se identifican las bacterias responsables y se aíslan fagos frente a
ellas o bien se toman de los que ya hay en las colecciones o en otros
laboratorios. Los fagos se purifican a nivel de medicamento y se administran de
modo similar a un antibiótico convencional. No es un proceso costoso porque los
bacteriófagos se pueden preparar de modo bastante sencillo, no se requieren
grandes equipos. Tampoco es complejo; los conocimientos que se requieren son
bastante básicos", señala García Suárez.
A pesar de que la terapia fágica no busca sustituir
antibióticos, que han salvado u siguen salvando millones de vida, "podría
ayudar en aquellos casos en los que éstos no son efectivos, bien porque las
bacterias son resistentes a ellos o bien porque la propia naturaleza de la
infección hace el tratamiento más complicado.
"Ejemplos de este tipo de situaciones son las
infecciones recurrentes que se desarrollan en pacientes de fibrosis quística o
infecciones osteoarticulares, entre otras. Desde luego, sí podría ser una
estrategia para poder atacar este tipo de problemas. Posiblemente no sea la
única que se necesite o la única que sirva para todo, pero hay que buscar
soluciones urgentemente y esta merece la pena estudiarla".
¿Para cuándo se podría disponer de esta estrategia, de forma
más sistemática, en la clínica? "Esperemos que sea pronto, porque de lo
contrario vamos mal. Se trata de una terapia muy personalizada para situaciones
concretas que, no obstante, para implantarse de una forma real necesita
inversión e investigación porque ni lo conocemos todo acerca de los fagos, ni
tenemos todos los tratamientos a punto, así que hay que seguir trabajando.
Necesitamos también regulación para que su uso esté amparado en normas claras a
las que recurrir si hay dudas y se puedan utilizar igual que cualquier otro
medicamento".
No sustituyen a antibióticos
También en el CSIC, el Laboratorio de Biología Sintética De
Novo, del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (i2SysBio), en la
Universidad de Valencia, acaba de comenzar un proyecto para desarrollar una
molécula imitando unas que ya existen en la naturaleza y que se parecen a un
fago, pero que no lo es. "Se trata de fagos sin cabeza, capaces de
agujerear la membrana de la bacteria, pero sin introducir su ADN", señala
Alfonso Jaramillo, del citado laboratorio. De esta forma, estas moléculas
-desarrolladas combinando ingeniería genética-, inducirían la muerte de la
bacteria por la despolarización del citoplasma.
El equipo empleará la evolución para crear moléculas
antimicrobianas basadas en las proteínas que producen los fagos para insertar
su ADN en las bacterias. La tecnología que van a desarrollar permitirá obtener
fagos sin cabeza, lo que se conoce como cápside, que además se pueden anticipar
a las potenciales mutaciones que otorgarían resistencia a las bacterias,
adaptando así a las moléculas antimicrobianas a esas mutaciones. "Los
antibacterianos desarrollados son meras agrupaciones de proteínas, no virus, y
serán inocuos para las bacterias beneficiosas, lo que resolverá uno de los
efectos indeseados de los antibióticos actuales”, señala Jaramillo.
La nanomedicina surge también como aliada contra las
'superbacterias' mejorando las propiedades fármaco-químicas de una molécula a
través de la introducción de nanopartículas para que su efecto 'in vivo' sea el
deseado. Una de las alternativas con la nanomedicina es desarrollar terapias
antivirulencia.
"Son terapias que evitan el uso de antibiótico. No
matan a la bacteria directamente sino que estimulan al sistema inmune para que
sea éste el que se encargue de las bacterias; se trata de evitar la generación
de la resistencia por el mal uso y el sobreuso de antibióticos", explica
Fernando Herránz, del Instituto de Química Médica del CSIC, que también
participó en los Itinerarios Cicerón del CSIC.
Terapias antivirulencia
Su grupo trabaja actualmente con nanopartículas lipídicas
que permiten incorporar fármacos o compuestos que son hidrófobos o que se
solubilizan muy mal en agua.
"El objetivo es desarrollar terapias antivirulencia que
tratan de luchar contra la biopelícula, una protección que desarrollan muchas
bacterias que favorece su virulencia e impide la acción de muchos antibióticos.
Lo que intentan estas nanopartículas es solubilizar es biopelícula y eliminarla
de forma que el sistema inmune se pueda encargar de esas bacterias".
Las terapias antivirulencia tratan de luchar contra la
biopelícula; protección de muchas bacterias frente a antibióticos
En estos momentos, este grupo dispone de varios compuestos
candidatos, dos familias en desarrollo, que se han mostrado capaces de eliminar
la biopelícula o impedir su formación, pero sin afectar a las bacterias cuando
están flotando o lo que es lo mismo, que no están formando la biopelícula,
"fenómeno que contribuye a que no se generen resistencias, pero también
que el sistema inmune pueda actuar sobre esa infección".
Las dos familias candidatas de nanopartículas lipídicas se
están patentando en estos momentos porque "han mostrado muy buenos
resultados en los ensayos iniciales. Ahora bien, decir que en equis años van a
llegar a la clínica es actualmente imposible. Lo que sí se puede evidenciar es
que se trata de datos muy prometedores y, desde luego, vamos a seguir avanzando
lo máximo posible", subraya este investigador.
Plásmidos; portadores genéticos de resistencias
En el Laboratorio de Álvaro San Millán, del Centro Nacional
de Biotecnología (CNB) del CSIC, se trabaja, principalmente, en elementos
genéticos móviles, responsables de la diseminación de los mecanismos de
resistencia a antibióticos entre las bacterias: los plásmidos, moléculas circulares
de ADN que tienen la característica de que se pueden transferir directamente
entre bacterias.
De esta forma, si una bacteria adquiere unos de estos
plásmidos y el plásmido codifica mecanismos de resistencia a los antibióticos,
adquiere todos estos mecanismos. Además, normalmente no codifican solo uno sino
múltiples: "un único paso es capaz de adquirir muchos mecanismos de
resistencia. Por eso es tan importante entender su biología y cómo se diseminan
los elementos genéticos móviles".
Los plásmidos son los responsables de diseminar los
mecanismos de resistencia a antibióticos
Su equipo estudia las dinámicas evolutivas de estos
plásmidos, potenciales nuevas estrategias terapéuticas-biológicas, en las
poblaciones bacterianas; cómo se diseminan, cómo se seleccionan, y "en los
ámbitos clínicos, cómo son capaces sobrevivir en bacterias en el ambiente
hospitalario y que, luego, van a colonizar a pacientes que entran en los
hospitales", explica San Millán que subraya que el último objetivo de esta
línea de trabajo es "encontrar nuevas estrategias terapéuticas para
'targetear' a las bacterias que portan específicamente estos mecanismos de
resistencia".
Para ello, este laboratorio del CNB está llevando a cabo
distintas estrategias biotecnológicas que permiten convertir a las bacterias
específicas en dianas que portan plásmidos de resistencia a los antibióticos.
"En este frente, disponemos de distintos proyectos a través de los que,
por un lado, intentamos entender cuál es el efecto concreto de estos plásmidos
en la fisiología de la bacteria para de esa manera, encontrar nuevas dianas
terapéuticas que podemos explotar para tratar o combatir este tipo de
bacterias".
Se dispone, por tanto, según San Millán, de investigación
básica -la que pretende descifrar la asociación entre plásmidos y bacterias-, y
una investigación más aplicada, en la que "desarrollamos las herramientas
biotecnológicas para nos permite, directa y específicamente, acabar con este
tipo de bacterias".
San Millán considera que descifrar la base ecológica y
evolutiva es uno de los retos actuales de la investigación. Y es importante
porque, a su juicio, todos, en nuestro organismo, tenemos comunidades
bacterianas que como la microbiota intestinal está formada por una inmensa
variedad de bacterias.
Así, el objetivo último es encontrar mecanismos que
permitan, en esas comunidades complejas, dirigirse específicamente a aquellas
bacterias que portan los mecanismos de resistencia y, de este modo, poder
contrarrestar la evolución de la resistencia a los antibióticos, pero sin
afectar a las microbiotas, en este caso a la intestinal".
El investigador, que también ha hecho mención a la
posibilidad de utilizar las nuevas herramientas CRISPR como estrategia válida
para 'cortar' las resistencias de los microorganismos –ya existen distintos
grupos de antimicrobianos basados en sistemas CRISPR-, ha subrayado que la
necesidad de identificar nuevas dianas de combate se justifica porque no hay
que olvidar que "las resistencias se encuentran dentro y fuera de los
hospitales, por lo que también serían necesarias medidas de Salud Pública que
mitigaran este importante problema mundial.
FMM: Desactivadores de resistencias
El grupo de Daniel López, del Grupo de Biología Molecular de
las Infecciones del CNB y que también participó en los Itinerarios Cicerón del
CSIC, tiene una línea de investigación que ha iniciado frente a uno de los diez
'villanos' señalados por el estudio en The Lancet: Staphylococcus aureus
resistente a meticilina (más conocido por su acrónimo inglés MRSA).
Han comenzado por esa bacteria, pero no obstante, su
intención a la larga es arrinconar a otras cepas también peligrosas.
"Nuestro grupo busca dianas en las bacterias que permitan acabar con su
mecanismo de resistencia". Al profundizar en los microdominios funcionales
de membrana (FMM) de los microorganismos vieron que podían mediante unos
compuestos romper el mecanismo de resistencia de las bacterias frente a los
antibióticos.
"Pensamos que esos compuestos se pueden administrar en
combinación con antibióticos clásicos, de forma que desactiven la resistencia y
se recupere así la eficacia del tratamiento antimicrobiano". Esa premisa
tiene doble importancia. "Por un lado, el tratamiento combinado permitiría
curar infecciones que ahora se escapan a los fármacos y, por otro, no nos
basamos en la búsqueda de nuevos fármacos, sino que reciclamos y damos una
segunda vida a antibióticos que estaban descartados, para reincorporarlos a las
terapias hospitalarias".
Los FMM podrían administrarse en combinación con los
antibióticos clásicos
Este equipo científico tiene ya identificadas las dianas en
diversos microorganismos. También ha determinado combinaciones con cócteles
antibióticos que pueden funcionar. Ahora trabajan en colaboración con la
Universidad de Rockefeller en Nueva York, donde se están realizando los
estudios con primates no humanos. Si todo va bien, esperan hallar una o varias
combinaciones que sirvan para controlar no solo a MRSA, sino también a unas
cuantas de las bacterias más peligrosas. Cada una tendría una combinación y se
podría administrar en hospitales sin necesidad de un nuevo antibiótico.
Una gran ventaja de esta estrategia es precisamente que no
depende del desarrollo de nuevas generaciones de antimicrobianos. "La
razón de ser de nuestro laboratorio no es buscar tratamientos para las
resistencias antibióticas, sino ampliar el conocimiento sobre algunos procesos
de biología molecular y celular, y, en concreto, sobre cómo se organizan las
membranas bacterianas. Al tratar de entender cómo funcionan, hallamos unas
maquinarias específicas, las FMM, que se han convertido en diana para los
compuestos que ahora investigamos como potenciales desactivadores de
resistencias".
No obstante, el científico remarca la importancia de la
ciencia básica y del estudio de conceptos biológicos con el único fin de
entenderlos, porque "quién sabe si en un futuro, próximo o lejano, ese
conocimiento es crucial para desarrollar herramientas con las que mejorar la
vida de las personas, en este caso, ayudarnos a luchar contra los
microorganismos”.
La microbiota como modulador
En los últimos años, el papel de la microbiota o microbiotas
-conjunto de microorganismos que se alojan el en organismo humano,
fundamentalmente en cavidad oral, tracto gastrointestinal, urinario y la piel-,
ha recobrado un papel esencial en el tratamiento coadyuvante de numerosas
patologías.
Desde un ámbito específico de análisis, el de la
alimentación, el equipo de Victoria Moreno Arribas, del Instituto de
Investigación en Ciencias de la Alimentación, del CSIC-UAM, está interesado en
realizar un estudio holístico y multidisciplinar que permita conocer la mejora
de todos factores que intervienen en la dieta -y cuya regulación puede mejorar
algunas enfermedades-, haciendo hincapié en el declive que, con el paso de
tiempo, experimenta la microbiota en el organismo.
"Conociendo las diferencias en la composición y
respuesta metabólica de la microbiota, podemos diseñar estrategias, sobre todo
dietéticas, dirigidas a potenciar especies que consigan una microbiota
saludable y, por tanto, un envejecimiento saludable. Y es importante que este
mensaje llegue a la clínica. El objetivo último sería prevenir, a través de la
dieta, la colonización de bacterias dañinas para el organismo".
Esta potencial diana que, según Moreno, que está a la espera
de ser objeto de revisiones médicas, plantea la posibilidad de considerar la
dieta como un modulador y reconstructor del microbioma después de un
tratamiento antibiótico.
Estas innovadoras vías resurgen, entre otros motivos, por el
escaso interés por el desarrollo de nuevos antibióticos, "en parte, porque
no es rentable económicamente, ya que curan las infecciones rápidamente. Es
hora de que los gobiernos inviertan en el descubrimiento y desarrollo de nuevos
antibióticos", considera De la Fuente.
Porque, ¿si no aparecen nuevas vías capaces de vencer a las
superbacterias, las dramáticas previsiones para 2050 se cumplirán? "La
previsión es que morirán diez millones de personas al año en el mundo, lo cual
se corresponde con 1 muerte cada 3 segundos. Significa volver a la era
pre-antibiótica cuando un mínimo rasguño infectado podía ser letal. Es
fundamental pensar que los antibióticos no solo resuelven infecciones, sino que
son absolutamente fundamentales en la medicina moderna: cirugías, partos,
tratamientos de quimioterapia", concluye De la Fuente.
Raquel Serrano/Sonia Moreno. Madrid, 21/04/2023
https://www.diariomedico.com/medicina/enfermedades-infecciosas/resistencias-antibioticos-una-amenaza-no-tan-fantasma.html